lunes, 6 de noviembre de 2017

BRAINPOWERED 32: MICRO-RADIODIFUSIÓN, por Warren Ellis

Los grandes medios americanos acaban de anunciar la última y oscura pequeña joya de su triple corona de la fatalidad para 2003. Para empezar, la industria de la música ha registrado una importante recesión. Luego, el negocio del cine ha informado sobre las reducidas cifras de visionado obtenidas a pesar del aumento de los precios de las entradas y algunos de los lanzamientos más costosos de la historia. Y ahora la cadena de televisión estadounidense ha revelado cierta reducción en las cifras de audiencia. Al parecer, esto último es lo suficientemente significativo como para que los anunciantes se reúnan para negociar una reducción en el coste de la publicidad. Dado que la televisión por cable es poco más que un sistema de distribución de publicidad, la gente está empezando a tener miedo. Hasta llegar a un punto en el que Jeff Zucker de la NBC ha sugerido lo que antes era tabú: tal vez haya demasiados trajeados involucrados en el proceso creativo enviando demasiadas órdenes conflictivas y en general orinándose en el agua potable.

Por un lado, la respuesta al problema de los grandes media parece deslumbrantemente obvio. El año 2003 fue espantoso para las artes populares mainstream. Incluso si siguiésemos el viejo y malhumorado dictamen de Theodore Sturgeon de que el noventa por ciento de todo es una basura, 2003 fue un año inusualmente malo.

Por otro, es muy posible que los medios no se hayan puesto al día con una realidad concreta de la condición humana: dos personas pueden no estar de acuerdo en qué constituye exactamente ese noventa por ciento de inutilidad. Ciertamente, algunas obras generarán un consenso más amplio que otras. Pero cuando gente por otra parte inteligente como el editor de Oni Press, Jamie Rich, escribe sobre el placer que obtuvo al escuchar el nuevo álbum de Britney Spears, sabes que tiene que haber más cosas en juego que mensajes subliminales o tumores inoperables.

(Por el momento, estamos ignorando el hecho de que aunque Jamie tenga un gusto musical deplorable, en un abrir y cerrar de ojos puede ser capaz de disfrazarse con las orejas de gato y el lápiz de labios de Laurenn McCubbin.)

(Hola, Jamie.)

El arte no tiene un valor absoluto intrínseco. El arte es una experiencia puramente subjetiva. Que un año se pueda caracterizar como malo para las artes populares, por lo tanto, podría parecer formar parte de mi estupidez intolerante habitual. Pero también ha sido un año sin un consenso popular masivo.

Últimamente, los comentaristas y críticos están planteando muchas alabanzas a "los buenos viejos tiempos". Aquellos días en los que la mayoría compartíamos la experiencia de ver un solo programa de televisión o escuchar una sola canción. Los días en los que, esencialmente, existía una cultura popular homogénea. Es cierto que en Gran Bretaña fueron los días de dos, tres o cuatro canales de televisión. De cuatro emisoras de radio. De cines con solo una o dos pantallas. Y por supuesto, los días previos a Internet.

Después de la explosión digital en los medios (y también, aquí, hay que hablar sobre la desregulación de la radio), no necesariamente tienes que, por ejemplo, encender la radio a las 10 de la mañana para escuchar la música que te gusta. De hecho, si por lo general la enciendes para escuchar a John Peel a las 10, puedes ponerte a hacer cualquier otra cosa, porque podrás acceder al día siguiente al mismo programa mediante la página web de la BBC. Además, durante la mayor parte del tiempo podrás encontrar programas completos de lo que más te gusta en cualquier medio. Mientras estoy escribiendo este texto en el pub, ¡mi novia está justo enfrente, en el hogar, escuchando la emisora del Kerrang! Hace quince años tenías que esperar hasta el sábado por la noche para poder tragarte dos horas de esa mierda en el programa de Tommy Vance de Radio 1.

Sucesivamente, esto se denomina búsqueda de audiencia, difusión selectiva y micro-radiodifusión. Es una forma de arreglárselas para evitar las tácticas habituales de difusión u transmitir una única forma de contenido. Es lo que se está cargando a los grandes medios. La multiplicidad de canales y pantallas significa que, en teoría, puedes encontrar lo que te apetece, no lo que te ofrecen. Los errores de los grandes medios subyacen en que siguen incidiendo en los viejos valores que argumentan que el público acepta lo que le ofrecen y no le queda más remedio que le guste o no.

Ya no es así. Y por eso estamos enfilando un millón de direcciones diferentes, siguiendo los dictados de nuestro propio conjunto único de intereses. El antiguo bloque consensuado se está dividiendo y ha empezado a compartir un centenar de canales, dos docenas de emisoras de radio, una docena de películas que el multiplex sirve cada semana, por no hablar de la amplia gama de productos distribuidos por Internet.

Y no necesariamente estoy hablando de descargas que violen los derechos de autor. No me convencen las cifras de pérdida de ganancias por descargas ilegales enarboladas por los grandes medios. Anoche entré en el KaZa en plan experimento, y me informó que había conectadas tres millones de personas. Pero francamente, a menos que cada uno de ellos descargue PAYCHECK o lo que sea, los números no se sostienen. Y de hecho, la naturaleza humana dicta que no es así. Echa un vistazo a BitTorrent: yo pago mi tarifa de conexión, así que he pagado por la programación de la BBC, por lo que no me siento mal por pillar episodios de SPOOKS u otras cosas que me haya perdido en BBC1 o BBC2. En el mejor de los casos, las descargas más populares arrojan cifras de 200 personas descargando en un momento dado, y los archivos BitTorrent suelen desaparecer después de una semana porque la gente deja de alimentarlos.

La audiencia masiva se está dividiendo en conjuntos más pequeños, y más allá de eso, se está subdividiendo en lo que el Dr. Joshua Ellis (sin relación) denomina "tribus del gusto": personas cuyo estatus grupal se define por su particular aprehensión cultural. Donde uno dice: yo soy e interactúo con esta persona sobre la base de que compartimos gustos. No es que todos intercambiemos notas sobre Star Trek en plan fan, sino que compartimos una esfera cultural. Estas actitudes generan y definen una comunidad libre propia rematada por la comunicación cultural. Y gracias a la red, las tribus del gusto no tienen fronteras. Como TiVO y RSS nos permiten construir canales de contenido personalizados, y las tribus de gustos emergentes comienzan a utilizarlos para pasarse contenido mientras siguen ampliando la capacidad de sus microprocesadores, es posible ver cómo se empiezan a formar los componentes básicos de un sistema de transferencia. A finales de año estuve un rato escribiendo una biblia para un pequeño sello discográfico que les permitiría construir una comunidad activa online como soporte de su música, impulsada por los primeros lanzamientos en mp3 y la transmisión de audio online. Hablaba directamente sobre la nueva condición de los medios: una audiencia que puede y seleccionará su cultura a partir de muchos cientos de flujos diferentes y que se convertirá en tribal. Incluso si 2003 no hubiese sido el año en que se desplomaron los grandes medios, ciertamente fue el año en que su tenaza se empezó a aflojar. Incluso aunque no seas productor de contenido, tienes disponibles online las herramientas para sacar la verdad a la luz, y no están mejor representadas que en uno de los principios de un documento de 1980 que he estado leyendo últimamente, The Rozz-Tox Manifesto: "Si quieres mejores medios, coge y empieza a hacerlos". 

-Warren (en algún momento entre 2002-2004.)

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